Vistas de página en total

viernes, 21 de agosto de 2015

Hoy.

Hoy hago alarde de mis hazañas, 
aunque nunca haya luchado contra dragones, 
ni haya derribado murallas 
y tampoco haya trepado hasta lo más alto de una torre.
Hoy me libero sobre este papel en blanco. 
Hoy rompo el lápiz contra un vacío inmenso 
y se oyen alaridos de dolor del mismo. 
Hoy vengo a relatar lo que traigo atado al corazón 
y no deja de temblar.
Y es que han sido demasiadas las noches 
abrazando una cama fría, 
y unos propósitos demasiado viejos.
Y es que tienes que saber que tengo un alma todavía desgastada
por ir rozando el borde de tus besos.
Lo siento.
Hoy vengo a decirte que te quiero.
Y las paredes siguen recordando tu nombre por las noches, 
por que tu olor sigue impregnado en cualquier sílaba que te escriba,
 aunque ni si quiera puedas tocarla,
 podemos sentirlas. 
Juntos. 
He sentido al universo derrumbarse bajo mis pies,
y he conocido el miedo.
He contado las horas que faltaban para verte, 
para un concierto,
para ver llegar el frío a orillas de tu calor.
He contado las horas que faltaban para diciembre, febrero y abril.
He regalado sonrisas en su justa medida, con cuentagotas.
He sentido el verano en mi piel, 
pero también sé que sólo el calor de tus abrazos
 puede dilatarme el corazón.
He visto cocerse mi realidad a fuego lento 
sobre los retazos de relaciones que se estancaron 
durante algún momento de una vida,
 y aún así decidí tomármela después.
Creí en el amor de cuento durante un tiempo, 
y luego decidí quedarme con el de película.
Hasta que te conocí.
Pensé en recortar mi melena creyendo que así volaría el tiempo pasado hacia algún lugar donde yo no recordara, nunca, jamás. 
Soñé con ser una princesa, en su día, 
luego quise convertirme en una muñeca, 
y poco después me vi preciosa en tus ojos.
He volado a lugares mucho más bonitos que París o Roma, 
con una canción de la cual ni si quiera recuerdo el nombre.
Estoy orgullosa de mis decisiones, de mis errores, y sobretodo de mis aciertos.
Soy efímera como cualquier persona que conozca el cielo (y hablo de tus ojos marrones) 
y sepa que no hay mejor paracaídas.
He mirado a los ojos que me miraban,
 y no he sentido nada, 
y luego he sido capaz de sentir el latir de un corazón a kilómetros.
Soy por que siento, y siento por que estoy.
Contigo.
Ahora.
Siempre.
He relamido una herida abierta,
y me han curado personas, abrazos, palabras y libros.
He cerrado puertas, y he abierto el corazón.
He sentido el viento sobre mis párpados cerrados y he visto las estrellas.
He mentido a personas que me querían, o a las que quería yo, o no.
He rogado besos, abrazos y perdón.
He perdido tiempo, ganas, y fuerzas.
He sido testigo y cómplice de despedidas.
He sido tremendamente desgraciada, 
como también he sido inmensamente feliz.
He soñado que algún día conseguiría volar, y sigo haciéndolo, 
aunque siga de bocas contra el suelo.
He llorado a personas que jamás volverán, unas por que no quieren,
y otras simplemente no pueden.
He caído de rodillas pidiendo a mi abuelo que bajara a darme un abrazo,
 una sonrisa, 
a jugar al parchís, 
a ver la ruleta de la suerte 
o a contarme una historia.
He jurado no volverlo a hacer jamás.
Lo he hecho.
He llorado hasta la saciedad por personas, 
por una película,
por algo que no puedo tener, 
pero también he reído.
He estado aquí pero sabe quien dónde estaré mañana.
He llorado promesas tan falsas como ciertas.
He sentido que caía cuando intentaba levatarme.
He pedido ayuda, una mano, un abrazo.
He querido.
He amado.
En cuerpo.
En alma.

He rozado tus dedos, 
tus mejillas y tu espalda,
tal vez no sea el cielo,
pero no me hace falta.
He cantado a todo pulmón una canción que no me sabía,
 y otras he preferido sentirlas.
He conocido puentes, caminos, 
carreteras y salidas emergencia,
pero yo prefiero tus enana 
después de un beso en cualquier ciudad.
He celebrado victorias.
He aceptado derrotas.
He visto a toda mi familia en un mismo salón, 
en una misma cama, 
en una misma persona, 
en un mismo corazón.

He dicho hola
y adiós.